En todo el mundo, los santuarios y sitios de devoción religiosa convierten los lugares en donde están enclavados en auténticos destinos de visita obligada.
Con el transcurso del tiempo, la veneración de los lugares sagrados tomó una dimensión impensada e incluso se puede decir que arte, cultura y turismo pasaron a formar parte de los fenómenos religiosos no sólo católicos, sino de todos los cultos del mundo.
Los santuarios pueden convertirse en un producto turístico, pero para ello deben basarse en un diseño elaborado por técnicos especializados, porque las peregrinaciones significan un importante movimiento económico para el lugar sagrado y para operadores especializados.
La devoción es tan intensa que la procesión del Señor de los Milagros, que se lleva a cabo desde el siglo XVIII en la ciudad de Lima, Perú, fue la primera manifestación de fe en llegar por Internet a millones de personas que observaron costumbres originales de la misa, el uso del color morado, la corrida de toros y el recorrido de las siete iglesias.
Algunos expertos atribuyen causales como la pobreza y el desaliento a este fenomenal movimiento de personas. Otros, se lo adjudican a la necesidad de proteger el alma y el cuerpo de enfermedades y males.
Las religiones, se cree, proporcionan a sus seguidores una sensación de coherencia, por medio de la plegaria y los ritos propios de cada una de ellas. En tanto, también proveen reglas éticas y morales mediante un sinnúmero de códigos.
En cuanto al impacto económico, sucede que en la mayoría de los lugares de devoción impuestos en la fe de los pueblos, surge de inmediato la apertura de ferias comerciales en forma paralela al lugar sagrado. Del mismo modo, la recaudación en aportes voluntarios de los peregrinos tiene una alta incidencia en la economía y administración de los templos.
Por ejemplo, la celebración de Santa Rosa de Lima, en Pelequén, pequeña localidad chilena ubicada entre Rancagua y San Fernando, las contribuciones o “mandas” producen ingresos que subvencionan el Seminario Mayor Cristo Rey de Graneros, otro pueblo muy pequeño cercano a Rancagua.
Buscar la respuesta al propósito de las peregrinaciones es ingresar al laberinto íntimo de lo sagrado.
El turismo en general nació a partir de manifestaciones religiosas como las peregrinaciones, que congregan a miles de personas que se trasladan a lugares sagrados. Esta movilización creó la necesidad de servicios esenciales, como alimentación, transporte y alojamiento y, de manera paulatina, se creó la oferta que delineó el turismo tradicional.
Para tener una dimensión del significado de las corrientes peregrinatorias tras un ideal religioso, se apela al desarrollo del nivel máximo en la producción del negocio de la hospitalidad.
Visto desde el punto del génesis, la Iglesia actuó desde tiempos inmemorables como creadora de turismo. Tales los casos de lugares sagrados como Jerusalén, Santiago de Compostela, Roma y otros donde distintos monasterios manejados por monjes hospitalarios, son prueba de la primitiva infraestructura turística.
Conmemoración y peregrinación son fenómenos masivos dentro del turismo, porque nacieron de un término universal que identifica los actos de encuentro y participación de las creencias del grupo.
Una peregrinación es el traslado de un grupo humano hacia un lugar sagrado. La concreción de estos contingentes se genera a través de los cultos católico, protestante y judío, entre otros, y con la característica común del recorrido de grandes distancias hasta alcanzar el destino.
El Concilio Vaticano II, en la década de 1960, enunció el concepto de turismo en términos generales al decir que es “el reestablecimiento del cuerpo y del alma ante la fatiga del trabajo y el ritmo de vida diario de un ser humano”.
Un peregrino es un viajero que viaja hacia un lugar preestablecido, va tras algo sagrado y se mueve dentro de un complejo sistema simbólico, con dogmas, ritos y prácticas incluidas. Arriba a un lugar santo con imágenes a las que se consagra, ya sea porque allí hubo apariciones o por otros elementos que siente que enriquecen su fe.
El Camino de Santiago, en España, es un claro ejemplo porque al descubrirse en el siglo IX el sepulcro del Apóstol Santiago, se produjo una corriente de peregrinos que hasta la actualidad se mantiene. El efecto en la región fue multiplicador, porque antiguos conventos, albergues y hospitales se convirtieron en magníficos establecimientos hoteleros entre iglesias y palacios, donde antiguos paradores mantienen la política de asistencia al viajero.
En la celebración de Pascua, los pueblos del pasado se dirigían a Jerusalén, vaciando de habitantes los lugares de residencia.
En América Latina los antecedentes son también sorprendentes. La celebración, el 30 de agosto, de la festividad de Santa Rosa de Lima, en Perú, genera que los peregrinos arrojen peticiones a un pozo de unos 20 metros de profundidad que en pocas horas se llena.
Peregrinos en números
El top five: en la órbita del culto católico, entre los santuarios que atraen a más de 25 millones de peregrinos (el 15 por ciento de los fieles migratorios de esta religión) se destacan:
Roma (Italia), 10 millones
Lourdes (Francia), 6 millones
Fátima (Portugal), 5 millones
Guadalupe (México), 3 millones
Luján (Buenos Aires), 3 millones
Con el transcurso del tiempo, la veneración de los lugares sagrados tomó una dimensión impensada e incluso se puede decir que arte, cultura y turismo pasaron a formar parte de los fenómenos religiosos no sólo católicos, sino de todos los cultos del mundo.
Los santuarios pueden convertirse en un producto turístico, pero para ello deben basarse en un diseño elaborado por técnicos especializados, porque las peregrinaciones significan un importante movimiento económico para el lugar sagrado y para operadores especializados.
La devoción es tan intensa que la procesión del Señor de los Milagros, que se lleva a cabo desde el siglo XVIII en la ciudad de Lima, Perú, fue la primera manifestación de fe en llegar por Internet a millones de personas que observaron costumbres originales de la misa, el uso del color morado, la corrida de toros y el recorrido de las siete iglesias.
Algunos expertos atribuyen causales como la pobreza y el desaliento a este fenomenal movimiento de personas. Otros, se lo adjudican a la necesidad de proteger el alma y el cuerpo de enfermedades y males.
Las religiones, se cree, proporcionan a sus seguidores una sensación de coherencia, por medio de la plegaria y los ritos propios de cada una de ellas. En tanto, también proveen reglas éticas y morales mediante un sinnúmero de códigos.
En cuanto al impacto económico, sucede que en la mayoría de los lugares de devoción impuestos en la fe de los pueblos, surge de inmediato la apertura de ferias comerciales en forma paralela al lugar sagrado. Del mismo modo, la recaudación en aportes voluntarios de los peregrinos tiene una alta incidencia en la economía y administración de los templos.
Por ejemplo, la celebración de Santa Rosa de Lima, en Pelequén, pequeña localidad chilena ubicada entre Rancagua y San Fernando, las contribuciones o “mandas” producen ingresos que subvencionan el Seminario Mayor Cristo Rey de Graneros, otro pueblo muy pequeño cercano a Rancagua.
Buscar la respuesta al propósito de las peregrinaciones es ingresar al laberinto íntimo de lo sagrado.
El turismo en general nació a partir de manifestaciones religiosas como las peregrinaciones, que congregan a miles de personas que se trasladan a lugares sagrados. Esta movilización creó la necesidad de servicios esenciales, como alimentación, transporte y alojamiento y, de manera paulatina, se creó la oferta que delineó el turismo tradicional.
Para tener una dimensión del significado de las corrientes peregrinatorias tras un ideal religioso, se apela al desarrollo del nivel máximo en la producción del negocio de la hospitalidad.
Visto desde el punto del génesis, la Iglesia actuó desde tiempos inmemorables como creadora de turismo. Tales los casos de lugares sagrados como Jerusalén, Santiago de Compostela, Roma y otros donde distintos monasterios manejados por monjes hospitalarios, son prueba de la primitiva infraestructura turística.
Conmemoración y peregrinación son fenómenos masivos dentro del turismo, porque nacieron de un término universal que identifica los actos de encuentro y participación de las creencias del grupo.
Una peregrinación es el traslado de un grupo humano hacia un lugar sagrado. La concreción de estos contingentes se genera a través de los cultos católico, protestante y judío, entre otros, y con la característica común del recorrido de grandes distancias hasta alcanzar el destino.
El Concilio Vaticano II, en la década de 1960, enunció el concepto de turismo en términos generales al decir que es “el reestablecimiento del cuerpo y del alma ante la fatiga del trabajo y el ritmo de vida diario de un ser humano”.
Un peregrino es un viajero que viaja hacia un lugar preestablecido, va tras algo sagrado y se mueve dentro de un complejo sistema simbólico, con dogmas, ritos y prácticas incluidas. Arriba a un lugar santo con imágenes a las que se consagra, ya sea porque allí hubo apariciones o por otros elementos que siente que enriquecen su fe.
El Camino de Santiago, en España, es un claro ejemplo porque al descubrirse en el siglo IX el sepulcro del Apóstol Santiago, se produjo una corriente de peregrinos que hasta la actualidad se mantiene. El efecto en la región fue multiplicador, porque antiguos conventos, albergues y hospitales se convirtieron en magníficos establecimientos hoteleros entre iglesias y palacios, donde antiguos paradores mantienen la política de asistencia al viajero.
En la celebración de Pascua, los pueblos del pasado se dirigían a Jerusalén, vaciando de habitantes los lugares de residencia.
En América Latina los antecedentes son también sorprendentes. La celebración, el 30 de agosto, de la festividad de Santa Rosa de Lima, en Perú, genera que los peregrinos arrojen peticiones a un pozo de unos 20 metros de profundidad que en pocas horas se llena.
Peregrinos en números
El top five: en la órbita del culto católico, entre los santuarios que atraen a más de 25 millones de peregrinos (el 15 por ciento de los fieles migratorios de esta religión) se destacan:
Roma (Italia), 10 millones
Lourdes (Francia), 6 millones
Fátima (Portugal), 5 millones
Guadalupe (México), 3 millones
Luján (Buenos Aires), 3 millones