miércoles, 15 de agosto de 2012

Terrícolas, Bienvenidos a la embajada de Marte

Descubrimos en Sidney la primera embajada marciana, una escuela de relatos barra librería barra cafetería de tintes extraplanetarios, en donde se puede no sólo conseguir que te compulsen el pasaporte, sino también comprar productos genuinos de nuestros vecinos del espacio y hasta conseguir un disfraz de ser humano... para el que lo necesite. Por mucho que hayas viajado y que cruzar fronteras sea para ti algo rutinario, nunca podrás presumir de haber estado en Marte hasta que no marques estas coordenadas en tu gps. Bienvenidos a Marte.


No, no nos hemos vuelto locos: hasta que no se demuestre lo contrario los marcianos no existen. Y si existen, probablemente sean lo suficientemente inteligentes como para obviar nuestra existencia, para aplicarse aquello de 'no hay mayor desprecio que no hacer aprecio'. Lo más seguro es que si nos han visitado, lo hayan hecho disfrazados para atiborrarse de migas castellanas o comprar un maravilloso paquete de vacaciones familiares en Disneyland París o en Marina d'Or. Pero el caso es que la mente humana es tan prolífica que se aventura a adelantarse y ponerle a los primos de E.T. una embajada propia, por eso de la diplomacia ante todo.


La idea surge de una escuela de relatos situada en la metrópolis australiana, la Sidney Story Factory. Esta fundación de fines no lucrativos ha revolucionado la ciudad desde que abrió sus puertas hace apenas un año. Ideada por un par de periodistas, su propósito inicial es el de promover la creatividad juvenil, con cursos amoldados a los horarios escolares de las antípodas. Y claro, la necesidad de buscar las musas en diferentes lugares sigue estando latente en el Siglo XXI. Si los escritores románticos cogían los primeros ferrocarriles para buscar inspiración en la naturaleza, o los narradores de ciencia ficción soviéticos peregrinaban hasta el Derzhprom, el viejo rascacielos de Kharkiv; ahora los jóvenes pupilos ya tienen una estimulante cápsula para inspirarse y volar (con la mente) hacia otros mundos. Aquí nada de arte de autor. Si buscas convertirte en el Asimov del siglo XXI o simplemente comprar un libro en un ambiente literario del todo marciano, éste es tu sitio en Sídney.

El encargo lo llevó a cabo LAVA (acrónimo de Laboratory for Visionary Arquitecture) un estudio de arquitectura bastante mediático y pinturero, en cuyas obras destaca la búsqueda sin cuartel del 'llamar la atención como sea'. Sus proyectos siempre aúllan, brillan en la oscuridad, proponen formas futuristas e irreales. Un estilo que les ha hecho construir en diferentes desiertos (tanto literal, como metafóricamente hablando), cuando no hay nada alrededor que respetar. Aquí, con suma libertad, han proyectado una galería que, según ellos mismos, es una mezcla de una ballena, un cohete y un túnel del tiempo. Aunque la idea es un rato presuntuosa, en el resultado se ven elementos que puedan recordar a los ejemplos inspiradores.

Al entrar y caminar hacia delante, la sensación de estar en el estómago de un cetáceo psicodélico se acrecienta, con numerosos arcos de madera cuyo canto está pintado de verde fosforito. Lo de la máquina del tiempo se palpa al comprobar cómo este espacio no se parece a nada, aunque su diseño tampoco es lo último de lo último. Si se utilizara con otro objetivo, podría pasar por una tienda de ropa de esencia juvenil, sólo le faltaría la música tecno a todo volumen. Por último, el ambiente lumínico se encarga de asimilarlo a un cohete, pero no a esos que aparecen en los lanzamientos de la NASA, sino más bien a los de los dibujos animados y cómics inocentes, tipo Tintín en la luna.

Vamos a la parte práctica, ¿qué nos encontramos dentro? Pues una especie de tienda-rincón de lectura y creación. Podrían vender la moto de servir para el recogimiento, como santuario 'friky' para alimento de mentes retorcidas. Y en cierta manera es así, puesto que en sus sillas, sillones y mesas recientemente inauguradas se apoltronan jóvenes aprendices de Tolkien y H.G. Wells que son asesorados y ayudados por profesores voluntarios en pro de generar mentes sin barreras. Pero no es tampoco una biblioteca al uso, puesto que el brillante entorno que la envuelve despista a los pupilos y a sus pupilas.

Al final es un negocio, una fuente de financiación más de una noble causa, en el que se venden brebajes para compensar la gravedad terráquea y disfraces de humanos para pasar desapercibidos en las rebajas. Así que compruebe bien quién está detrás en la cola de la caja, ya que puede que un marciano esté tratando de investigarnos. Para saber cuál es su aspecto, una estatua que recuerda un poco a los modelos que Tim Burton ideó para su genial 'Mars Attacks' saluda al visitante a la entrada de la embajada. Como recompensa a la visita, sellan un pasaporte falso que certifica la visita al planeta rojo. Ojalá fuera, tal y como reza su eslogan de inauguración, 'un espacio para negocios interplanetarios' y así poder librarnos de la crisis económica. Eso sí, cualquier crisis creativa minimiza aquí su prima de riesgo.