lunes, 20 de agosto de 2012

Los niños tambien tienen miedo a volar

Hasta ahora hemos prestado toda nuestra atención a los adultos con miedo a volar, pero, ¿y los niños? Exactamente igual que los adultos hay muchos niños que tienen miedo a volar, por lo que les explicaremos qué técnicas son adecuadas según las edades que tengan los niños.

Durante la infancia, son los padres los que deben guiar y supervisar las distintas técnicas, no obstante, a medida que el niño va aprendiendo y haciéndose mayor, puede irlas practicando el mismo e incorporarlas como un mecanismo habitual para afrontar diversas situaciones de estrés. Practicar técnicas de relajación desde la infancia supone, además, crear unos espacios de interacción padres-hijos y afianzar vínculos afectivos.


La relajación o inducción a un estado de mayor tranquilidad (menor activación fisiológica) se inicia de forma natural a edades muy tempranas. Durante el primer año de vida, el bebé suele tranquilizarse mucho si siente a la madre cerca, cuando hay contacto físico o se le balancea suavemente en sus brazos o en la cuna. También el hablarle o cantarle en tono suave y relajado propicia la transición hacia el sueño o un estado más calmado. Sin duda, todos estos recursos ya constituyen formas de relajación natural y universal.

Es a partir aproximadamente de los 2 años y medio y, en paralelo al aumento de la capacidad de los niños para empezar a comunicarse verbalmente, cuando podemos introducir, si lo consideramos necesario, alguna actividad de relajación más estructurada. A continuación explicamos el tipo de relajación más adecuada según la edad para posteriormente comentarlas más en profundidad.


Primera infancia (2,5 a 6 años): se inicia la relajación básicamente como un juego.

Infancia (de 7 a 9 años): en esta etapa pueden introducirse técnicas más estructuradas. Recomendamos probar con la Progresiva (tensión-distensión) o Autógena. Hay que adaptar la técnica a la edad del niño.  Estas técnicas consisten básicamente en aprender a tensar y luego relajar los distintos grupos musculares del cuerpo, de forma que el niño o adulto sepa discriminar entre las sensaciones cuando el músculo está tenso y cuando está relajado. Se supone que una vez se ha aprendido a discriminar y lo convirtamos en un hábito, estaremos en mejores condiciones para identificar y tratar las diferentes situaciones cotidianas que nos crean ansiedad, tensión o emociones negativas.

Preadolescencia (10 a 12 años): en esta edad debemos actuar según las preferencias naturales del niño. Si no se ha familiarizado antes con estas técnicas, aconsejamos probar con todas ellas para averiguar la que se adapta mejor al niño, como la respuesta de relajación. Lo característico de esta técnica es centrarse en la repetición de una palabra como forma de ayudarnos a respirar más lenta y profundamente y así conseguir el estado de relajación.
 
Adolescencia (13 a 17 años): en esta etapa es importante que el niño consolide el hábito de aplicar las diferentes técnicas por él mismo y según sus necesidades. A esta edad puede utilizar cualquiera de las técnicas o combinación de ellas que le resulten agradables o más fáciles de manejar. En general, se prefieren las de tipo Autógeno, que  consisten, básicamente, en una serie de frases elaboradas con el fin de inducir en el sujeto estados de relajación a través de autosugestiones como: "Mi corazón late calmada y relajadamente… Mi mente está tranquila…", "Me siento seguro", etc.